Los festivales organizan tantos eventos conjuntos que en
ocasiones debemos decidir entre varios espectáculos que podrían ser interesantes
para nosotros.
Existen varios motivos para que unos lo vean como exceso o
como un placer.
El pasado verano nos encontramos un grupo de amigos y (una
vez más) me di cuenta que cada uno tenemos una forma de ver las cosas que a
veces pensamos es única.
El tema es cuestión fue sobre si ir a un festival es más una
delicia o sin embargo es mejor a conciertos sueltos debido a excesivos grupos
que te pierdes y el ambiente tenso en ocasiones.
Mi sorpresa fue cuando la mayoría, hoy en día padres de
familia, decidió que preferían los festivales, y los motivos en cuestión fueron
varios, y todos con una lógica aplastante.
Los festivales y su oportunidad del año
Para muchos un festival les permite disfrutar en un corto
espacio de tiempo de muchas bandas, y aprovechan esa salida al año que les
dejan para ello. Otros (la mayoría) viven fuera de las grandes ciudades, y no
tienen una oferta diaria atractiva como puede haber en Madrid y/o Barcelona, y
es su momento del año en el que pueden desquitarse de esa necesidad. Alguno
incluso decía que lo que más le gustaba era que la diferencia entre concierto y
festival era que la gente en los festivales es mucho más cercana (aunque en la
mayoría de los casos es la misma gente!).
Por otro lado estaban los “detractores”, los que pensaban
que se perdían muchos conciertos y no lo disfrutaban igual por la vorágine de
gente que había. Los que entienden que siempre es mejor un concierto más
íntimo, los que quieren sacar hasta el último movimiento de un punteo, y
sentirse parte de ello.
Finalmente, te das cuenta de que todo no es ni blanco ni
negro, y que existen muchos prismas desde done verlo todo.
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